Son curiosos los encuentros, buscando mapas en la Tienda Verde me encontré con un libro que resulta ser evocador y alentador para los paisajes a la acuarela en lo que me he embarcado recientemente, en espíritu o esencia hay una similitud.
Parecen ser casualidades, pero quiero creer que hay caminos que llaman, objetos, cosas, situaciones, lugares, personas, momentos..... y éste fue uno de esos momentos y uno de esos libros que me susurró su interior al oído mientras parecía esconderse tímidamente detrás de otros muchos .
La generación del 98 y Ortega y Gasset.
Autor: Eduardo Martínez de Pisón (Catedrático Emérito de Geografía de la Universidad Autónoma de Madrid)
Editorial: fórcola.
El prólogo que está escrito por Helio Carpintero dice así:
Comprender la literatura, como comprender el paisaje, es en el fondo tarea que requiere imaginación. Leer un texto literario significa ir recreando el mundo de las significaciones que el autor ha ido organizando mediante su texto; entender un paisaje supone "leer" también sus elementos presentes, y recrear las funciones e incitaciones, las significaciones, en suma, que estos tienen sobre las vidas que en su interior se despliegan. Y aun necesitamos aquéllas más todavía, cuando los textos literarios describen paisajes, desde la sensibilidad de sus autores, o cuando los paisajes han sido recreados, poetizados, subrayados, estilizados, por el talento del artista -sea mediante su verbo, o mediante formas y colores.
La literatura española desde finales del siglo XIX, y en buena parte del XX, ha creado un enorme tesoro de imágenes, descripciones y respuestas sentimentales, prendidas a la realidad de nuestras tierras, para interpretarlas y también para imaginarlas y soñarlas. Como cantó Machado,
Yo voy soñando caminos
Caminos de la tarde.
Más aún, se ha ido creando toda una geografía sentimental que ha tejido sentimentales hilos que enlazaban innumerables emociones literarias con las pequeñas plazas y callejas de las ciudades castellanas, los perfiles atrayentes de castillos o campanarios, los valles frondosos del Norte, los blancos caseríos del Sur, las gentes de sus pueblos y de sus barrios ciudadanos, hasta hacerlos inconfundibles, envueltos en una emoción que para el lector resulta perdurable.
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